Colegio Calasanz | Julio 23 – Una frutilla en el asfalto.
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Julio 23 – Una frutilla en el asfalto.

Julio 23 – Una frutilla en el asfalto.

Fin de julio; la tarde de un sábado sofocante. Estoy en espera en la sacristía y de repente entras tú, queridísima amiga y me cuentas un pequeño milagro: “Ven a ver”, me dice …. Y me lleva rápidamente a contemplar una frutilla minúscula ablandada que ha despuntado en una grieta, una muesca de la acera de una ciudad en una tarde de las más calurosas y sofocantes. Un puntito verde, un pequeño puntito rojo.
Angelo Casati

Tomo esta parábola moderna del libro de un párroco milanés amigo mío, Angelo Casati “La semilla en la ciudad” (2005). Conozco bien su iglesia (bastante fea) y su barrio, y arriesgo a imaginarme aquel “pequeño milagro”. En el desierto de cemento de una ciudad caldeada entre edificios anónimos bajo la capa de un aire contaminado, con el riesgo de un pie que la puede aplastar, he ahí la vida, la belleza, la frescura que logra igualmente hacerse camino, dándonos la señal de una grandeza que nos supera.
Ciertamente es necesario tener ojos para saber recoger aquel puntito verde y rojo en la inmensa grisura. Y por eso Jesús proclamaba bienaventurados los ojos que saben ver y los oídos que saben escuchar. Las maravillas están en el mundo, lo que falta es la maravilla interior. Las realidades estupendas afloran continuamente en el tejido de la vida; lo que ya no se tiene es el estupor. Y esta sorpresa es también la señal de que Dios no abandona a sus creaturas: siempre está junto a nosotros con sus dones, que no son clamorosos sino tranquilos y cotidianos, y también necesarios como lo es el agua o el aire, la luz y el pan. Reflorece entonces en el corazón la fe, que es confianza y que hace serena la vida incluso en una tarde irrespirable de julio.

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