22 Jul Julio 22 – Hacer hablar a Dios
Una de las primeras personas que vino a pedirme consejo apenas fui ordenado sacerdote fue una anciana que dijo: “He orado incesantemente durante 14 años y no he advertido nunca la presencia de Dios”. Entonces le dije: ”¿Le ha permitido que Él dijera al menos una palabra? Respondió: “He hablado siempre yo; ¿no es acaso eso la oración?
Anthony Bloom
Bloom, metropolita de la iglesia ortodoxa rusa, cuenta en uno de sus libros este episodio. Nos indica una experiencia bastante frecuente: el fiel se aferra a su Dios casi removiéndolo con súplicas, invocaciones, peticiones, en la pena convicción de estar frente a un Dios mudo y con gravedad escondido en el perímetro protegido de su omnipotencia. En realidad, si la oración es un diálogo (no por nada contiene el “tú” dirigido a Dios), exige una respuesta. Y la respuesta puede encontrar una brecha solo si dejamos un espacio libre, abierto, disponible, aquel precisamente del silencio.
Decía un escritor francés: a menudo nos lamentamos porque Dios no responde a nuestras peticiones; en realidad somos nosotros los que escuchamos sus respuestas. A aquella mujer, el metropolita Bloom le había sugerido: “Deja quince minutos al día estando sentada a tejer delante del rostro de Dios. No estarás nunca en situación de orar a Dios realmente, si no aprendes a callar y alegrarte a causa del milagro de su presencia, a estar cara a cara con él aunque no lo veas.” Es n este oasis aparentemente inactivo, donde florece el encuentro; es desde la contemplación donde nace la visión interior, y del silencio verdadero y atento que hace florecer la voz secreta de Dios.
Sorry, the comment form is closed at this time.