11 May Mayo 11- El almuerzo final.
El día en que yo muera, el prior, cualquiera que él sea, ofrecerá a todos los hermanos, sea en el refectorio o en la enfermería, el menú de los días más importantes y de las solemnidades mayores, o sea, buen pan, alubias, vino delicioso, pescados entre los más grandes y sabrosos. El mismo día serán ofrecidos pan, vino y carne a cien pobres.
Pedro el Venerable
Se celebra en este día del calendario litúrgico la memoria de la muerte de Pedro el Venerable (1122-1156), uno de los grandes abades del monasterio benedictino de Cluny. He hojeado las constituciones que él había definido para su comunidad y me he detenido en este curioso párrafo, expresión de una serena y plácida humanidad. A menudo se relaciona espontáneamente a la figura del monje la idea de una ascesis casi masoquista, que hunde los rostros, lacera los costados bajo el cilicio y apaga toda sonrisa.
He aquí, en vez de eso, cómo este abad habla de sus muerte, y sobre todo, cómo prepara el luto de aquel día, que a sus ojos es de luz y de esperanza, debe dar el vamos a una verdadera fiesta con un buen banquete y un bienestar que se extiende hasta los pobres. La verdadera ascesis, como dice el término griego, es en su origen “ejercicio”, que sin embargo, no postra ni humilla sino que ejercita y exalta y crea personalidades generosas y festivas. El realismo, la atención a los valores concretos, la paz y la alegría son dones que no se encuentran en las alegrías desenfrenadas, que al fin saborean solamente lo amargo del exceso y no saben alegrarse y gustar de los placeres de la vida con sabiduría y elegancia. No se puede, por cierto, hacer juzgar a un alcohólico el gusto o la calidad de un vino. Son los verdaderos ascetas los que nos enseñan esta fiesta de cuerpo y del espíritu.
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