16 Abr En bata
Abril 16
Nadie tiene el derecho de llevar la palabra de Dios ”en bata”. Prepararla en su forma, pero sobre todo en su fondo. La homilía debiera tener una preparación amplia de oración, pensamientos y emociones.
Cada domingo son miles las homilías que caen desde el púlpito sobre los fieles. Hoy se ha convertido en lugar común lamentarse de la calidad de ellas, usando un hilo muy apreciado antes que nada por los escépticos a lo Voltaire, que comparaba la elocuencia sagrada a “la espada de Carlomagno, larga y afilada”. Ciertamente hay algo de verdad en estas recriminaciones , no sólo a nivel de estilo sino también de contenido, porque a menudo los predicadores se acercan a la palabra de Dios con superficialidad y, por lo tanto, con el resultado de banalizarla, neutralizar su eficacia, e incluso su “ofensividad” (La carta a los Hebreros la compara a una espada y Jeremías a un martillo y a un fuego).
Y es lo que censuraba aquel escritor y sacerdote genial que fue Giuseppe de Luca (1898-1962), un lucano trasplantado a Roma, presencia vida en la cultura italiana del siglo XX. Él subraya dos elementos que valen para todos. El primero es que no es necesario poner la palabra de Dios “en bata”, reduciéndola a una realidad ordinaria, descuidada, obvia y prevista. Ciertamente debe tocar la cotidianidad, pero no para dejarla indemne e intacta. El segundo elemento es aún más importante: para conocer y testimoniar la palabra sagrada no bastan unos andamios teológicos (aunque necesarios e insustituibles). Es indispensable la preparación amplia de oración, pensamientos y emociones. Es hacer resonar la palabra divina en el horizonte abierto del corazón y del alma, en una intensa escucha interior.
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